En su primera misa como pontífice, celebrada en la emblemática Capilla Sixtina, el Papa León XIV advirtió sobre el abandono de la fe en favor del dinero, el poder y el placer. En presencia de los cardenales que lo eligieron, el nuevo líder de la Iglesia Católica —nacido en Estados Unidos y nacionalizado peruano— llamó a no reducir a Jesús a una figura meramente carismática, haciendo un claro llamado a recuperar el sentido profundo de la espiritualidad en un mundo cada vez más seducido por seguridades materiales. Con un tono firme pero pastoral, instó a que la Iglesia sea un faro que guíe a la humanidad en tiempos oscuros.
Considerado heredero del legado de Francisco pero con un estilo más formal en lo litúrgico, León XIV debutó usando la estola papal y zapatos negros, marcando un equilibrio entre continuidad y sobriedad. Su pontificado comienza bajo una atenta observación mundial, en medio de complejos desafíos internos como los escándalos de abusos, la crisis de vocaciones y el rol de la mujer en la Iglesia, además de conflictos globales y emergencias humanitarias. La elección de su nombre, en aparente homenaje a León XIII, sugiere un enfoque con fuerte contenido social y un liderazgo pastoral orientado al diálogo y la inclusión.