“Siento que no me encuentro. Es una explosión de emociones guardadas, un llanto en la pista y una sensación de soledad que no había vivido antes en el deporte”, son parte de las emociones que reveló en sus redes sociales la atleta máster curicana Evelyn Ortiz y con las cuales ha debido convivir en la pista de atletismo en su regreso a la actividad. A esto, se le suman problemas médicos con los cuales ha debido luchar: anemia y la neuralgia de Arnold, todo acrecentado tras el confinamiento debido a la pandemia del COVID-19.
El retorno de los deportistas no ha sido fácil. El hecho de estar confinados, realizando entrenamientos en sus casas por largo tiempo, ha producido un desgaste más sicológico que físico. Ahora, en condiciones diferentes, han debido retomar una presión suspendida producto de las nulas competencias en el 2020 y parte del 2021, lo que les ha producido ciertas complicaciones desde punto de vista mental, más de alguno con crisis de pánico ante escenarios de presión y estrés.
“El deporte debe recuperar su normalidad. Sin duda ha afectado a los deportistas”, señala Sergio Villaroel, sicólogo deportivo de la Pontificia Universidad Católica que ha desarrollado con un importante trabajo en el alto rendimiento, principalmente en el fútbol. Para él, esto es un fenómeno que afloró debido a la pandemia y que pone hoy más que nunca sobre la mesa la salud mental, en este contexto, enfocado en los deportistas y las presiones a los cuales están sometidos. “Hoy se habla más de salud mental en los deportes, la música, la educación… y el hecho de que se discuta desmitifica el tema”, asegura.
El caso Biles
Un caso a nivel mundial afloró en los JJ.OO de Tokio 2020 con la gimnasta estadounidense y múltiple medallista, Simone Biles, quien ante la presión de “ser la mejor” y cumplir con las expectativas que se tenía sobre ella, se vio imposibilitada sicológicamente de competir en varias prueba de la cita mundial. “No somos sólo atletas. Somos personas al fin y al cabo, y a veces hay que dar un paso atrás”, dijo mediante un comunicado de prensa.
Sobre lo mismo Villaroel separa las presiones relacionadas con el rendimiento físico, a un problema mental, esto último mucho más grave y de más cuidado. “Cuando se trata de un problema físico, la gente puede hablar con más naturalidad, por ejemplo, si hubo un desgarro en el ligamento de la rodilla y el atleta está fuera de la competición. La salud mental, por mucho que estemos hablando de ella, es más difícil de medir y abordar”, sostiene.
“Hay que ser valientes y saber hacer la pausa”
Asimismo, el sicólogo deportivo sostiene que “hay que saber cuándo parar”, sugiriendo que las decisiones deben estar relacionadas por el autoconocimiento, un aspecto sicológico tratable con los deportistas, aunque “ellos siempre sentirán que podrán más”, sostiene.
“Debemos aprender que podemos renunciar. La gente se programa, se prepara, tiene un enfoque; pero en algún momento ese enfoque puede ser diferente”, dice, aunque esto “no quiere decir que dejes el deporte, sino que tu enfoque puede ser otro. Los resultados son sólo el final de todos estos factores de bienestar y exigencia controlada”, dice.
Los síntomas citados por los especialistas no necesariamente representan una patología, como la depresión o la ansiedad, pero pueden serlo. Por eso se recomienda la asistencia profesional.